viernes, 17 de julio de 2009

Música!



Cada viernes recomendamos algo de música para disfrutar durante el fin de semana, homenajeando a aquellos artistas que a lo largo de los años lograron crear un sello distintivo que los identifica. Uno de esos creadores es Aníbal Troilo, Pichuco.


Aníbal Carmelo Troilo nació el 11 de julio de 1914, en el barrio del Abasto. El mismo nombre completo que el de su padre que falleció cuando tenía 8 años. Fue él quien comenzó a llamarlo “Pichuco”. Desde chiquito ya tenía pasión por la música. El propio Pichuco confesó alguna vez: “el fueye me atraía tanto como una pelota de fútbol. La vieja se hizo rogar un poco, pero al final me dio el gusto y tuve mi primer bandoneón: diez pesos por mes en catorce cuotas. Y desde entonces nunca me separé de él”.
A los 12 años tocó en un cine del Abasto en un evento a beneficio y tuvo tanto éxito que el dueño lo metió en la orquesta estable de aquel Petit Colón. Era 1926. Durante la primera mitad de la década del ’30, estuvo junto a: Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi, Elvino Vardaro (violín), Julio y Francisco De Caro, Juan D’arienzo, Juan Carlos Cobián y Pedro Laurenz.
Su ascenso fue meteórico.
Los músicos que lo acompañaron en su carrera, siempre elogiaron su talento y el inmenso aporte que le hizo al tango. Pero además lo buen tipo que era y esa pasión que le ponía a cada cosa que hacía. Para muchos, un gran amigo. De enorme corazón.
Troilo cerraba sus ojos cuando tocaba o los abría muy grandes mirando hacia la nada. El lo explicaba a su manera: “cuando toco estoy solo… o con todos, que viene a ser lo mismo”.
Una de sus obras cumbres: "Responso", dedicado a su amigo el poeta Homero Manzi es uno de los tangos más brillantes de todas las épocas. Lo grabó pero se negaba a tocarlo en vivo. Lo hacía a pedido del público, pero se dice que sufría mucho cuando lo interpretaba.
Pichuco fue un melodista extraordinario y junto a las letras de Manzi, más aún se agigantan sus tangos. Inolvidables, por cierto: Barrio de Tango, Sur, Che Bandoneón y el vals, Romance de Barrio. Con Cátulo Castillo compuso: María, Desencuentro, La Última Curda; Garúa y Pa’que bailen los muchachos, con Enrique Cadícamo; Mi tango triste y Toda mi vida con José María Contursi. Pero hay más: Una canción, La Cantina, Yo soy del 30… Aunque siempre lamentó no haber compuesto con Discépolo, a pesar de haber sido tan amigos.
El célebre "Gordo", contó además con el genial Ástor Piazzolla como bandoneonista pero también lo eligió para hacer los arreglos de los tangos de la orquesta, aunque Pichuco siempre le recordaba a Piázzolla que: “la gente quiere bailar, no perdamos el baile, porque si perdemos la milonga, sonamos”. También fueron sus arregladores: Emilio Balcarce, Osvaldo Berlinghieri, Hector Stamponi, Ernesto Baffa, Julián Plaza y Raúl Garello.
Sus orquestas siempre tuvieron los mejores cantores: Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Floreal Ruiz, Roberto Rufino, Francisco Fiorentino, Angel Cárdenas, Alberto Marino y también Nelly Vázquez y Elba Berón.
Fue el poeta Julián Centeya quien lo bautizó como “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires” y nos dejó el 19 de mayo de 1975 en el Hospital Italiano, a causa de un derrame cerebral y sucesivos paros cardíacos. Tenía apenas 60 pirulos.
Entre tantas y tantas anécdotas que hay en referencia al gran Pichuco, destacamos ésta que lo pinta de cuerpo entero: cuando le ofrecieron ir a Tokio, donde los tangueros tenían mucho éxito con el auge del tango, dijo: «¿Para qué voy a ir a Japón si allá no conozco a nadie?».

Una mirada a esta música para el fin de semana…

Pablo Ramírez

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